Si en esta sección tratamos de sacar a la luz atletas que hicieron algo reseñable en su momento, pero que la historia no tuvo a bien mantener su nombre entre los más recordados, el caso es más sangrante si nos referimos a atletas femeninas. Como vimos en el caso de [ Alice Milliat ], las mujeres lo han tenido más difícil para pasar a la historia puesto que, además, han tenido que luchar en su propio momento histórico contra el ostracismo en el que la sociedad les quería mantener.
Por suerte, tenemos casos de pioneras como Alice Milliat y de campeonas como la protagonista de nuestra historia de hoy. Betty Robinson se convirtió, una vez el atletismo femenino pudo tener presencia en las olimpiada, en la primera campeona olímpica de los 100 metros lisos. Pero además su historia, que ahora conoceremos, incluye más hechos por los que se le debe recordar.
Betty nació en 1911 en Rivendale, Illinois (Estados Unidos), y como tantas otras mujeres en su época desde muy joven mostró interés por el deporte y en concreto, por el atletismo. Velocista destacada, ya con 16 años se proclamaba campeona en unas series regionales de 100 metros, a pesar de haber empezado a competir en esa distancia muy poco tiempo antes. No tardaría mucho en batir el récord del mundo en la distancia, con su muy temprana edad. Sin embargo, sus 12,0 segundos en los cien no fue reconocida oficialmente por haber tenido viento a favor.
Los primeros 100m olímpicos femeninos
Pero su momento estaba muy cerca de llegar. En 1928 se celebraron los juegos olímpicos de Amsterdam, los primeros en la historia con presencia femenina en la competición de atletismo, donde se incluyeron las disciplinas de 100m, 800m, 4x100m, salto de altura y lanzamiento de disco). El tiempo de Betty Robinson, 12,2, le valió para ser campeona olímpica, batiendo a las canadienses Fanny Rosenfeld y Ethel Smith. Sin embargo, no pudo con las canadienses en la prueba por relevos, donde el equipo de Estados Unidos de robinson solo pudo ser medalla de plata.
La tragedia llegaría tres años después, cuando Betty sufrió un accidente de avioneta, justo un año antes de que los juegos olímpicos se celebrasen en su país, en la ciudad californiana de los Ángeles. El hombre que la descubrió tras su accidente pensó equivocadamente que estaba muerta, llevándola directamente a una empresa de pompas fúnebres dentro de un baúl. Por fortuna, Betty no estaba preparada para pasar a la otra vida, permaneciendo en coma aún siete meses hasta que consiguió despertar. Aunque pasaron otros seis meses antes de que pudiera salir de una silla de ruedas, y dos años antes pudo caminar normalmente otra vez. La oportunidad de competir y volver a ganar en las olimpiadas de su país se esfumaba.
Cuatro años después tuvo su redención, al poder ser parte del equipo estadounidense en Berlín 36. Aquí disputó la prueba de 4x100 metros, ya que su rodilla quedó tan dañada que no podía competir en pruebas con salida agrupada. La prueba de relevos, siendo salida lanzada desde las postas, sí se le adaptaba bien. Estados Unidos se llevó el oro en esta ocasión, aunque viendo cómo las alemanas, que encabezaban la prueba, cometían un error y perdían el testigo en uno de los relevos.
Después de Berlín 36 se retiró del atletismo. En Estados Unidos se reconoció su figura bastante más tarde, en el año 1977 fue incluida en el Salón de la Fama del Atletismo. Falleció en 1999 a la edad de 87 años, tras haber sufrido cáncer y Alzheimer. Lejos quedaba aquel accidente aéreo que casi acaba con ella.
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