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El corredor viajero

Por Mario Trota para carreraspopulares.com
Participantes en un maratón internacional
Participantes en un maratón internacional

Lo reconozco. Soy corredor 24 horas al día. Incluso cuando duermo. De hecho, dicen que durante el descanso nocturno es cuando el cuerpo hace un buen trabajo de asimilación del entrenamiento. Así que es normal que cuando viajo no vea impedimento para salir a correr allá donde esté. Si es un viaje de trabajo, en la maleta siempre van las zapatillas, mallas, camisetas y el material habitual. Intento sacar tiempo siempre que puedo.

Pero es algo que no se improvisa. Un viaje suele ser una oportunidad para marcar una casilla nueva en la lista de “lugares por los que he corrido”. Aunque sea un pequeño trote suave de unos pocos kilómetros. Además, es una buena manera de conocer una ciudad en la que nunca hemos estado antes. Lo ideal, no obstante, es preparar previamente los recorridos, buscar los lugares por los que vas a correr.

Pero la cosa va más allá. Y es que llega un momento en el que los viajes de ocio pueden estar fuertemente condicionados por nuestra afición. Es difícil si viajas con gente que no corre. Pero, confesémoslo, el destino al que acudimos debe tener buenos lugares para correr. Y la planificación de la estancia tiene que tener los huecos necesarios para machacarnos y sudar en calles y caminos.

Viajes a carreras

Y aún hay más. Porque rizando el rizo, los corredores somos capaces de organizar unas vacaciones, o un viaje de fin de semana, alrededor de una carrera. Nos encanta participar en carreras fuera de nuestro lugar de residencia habitual. En nuestro país o más lejos. Es la excusa perfecta para conocer una ciudad. “Me voy a la Maratón de Estocolmo y de paso hago turismo por allí”. “Nunca he estado en Milán, voy a ver si tienen una carrera bonita por allí para hacer que coincida con mi visita”. Grandes viajes con amigos han surgido así.

Sí, también somos adictos a las carreras. Es más, si tenemos un viaje programado por temas personales o laborales, rápidamente buscamos un calendario de carreras del lugar al que vamos para ver si nos coincide alguna. Y si da la casualidad de que es así, aunque sea una carrera de pueblo con una organización humilde y con una bolsa del corredor escasa, damos saltos de alegría.

También se ha dado el caso de llegar a una localidad de vacaciones sin saber que hay una carrera, encontrarte con una delante de tus narices y salir corriendo al hotel a por la ropa y las zapatillas, apuntarte in situ y ponerte el dorsal mientras están dando la salida.
A veces, es incluso motivo de discusión de pareja. Porque si uno corre, pero el otro no, el primero estará siempre deseando viajar a un lugar con la excusa de la carrera. A veces esa información incluso se oculta. Y cuando llegan a la ciudad en cuestión, se destapa la ‘traición’: “¡Anda! Pero si hay una carrera aquí este domingo. ¡Qué casualidad! Cariño, no puedo faltar, ya que estamos aquí”.

Sí, correr nos cambia la vida, nos cambia como personas y modifica nuestros hábitos, rutinas y gustos. También nuestros viajes. Desde que corro, viajar tiene siempre un aliciente más. Lo disfruto el doble.

SOBRE EL AUTOR

Mario Trota
Corredor popular


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