Etienne Gailly, el maratoniano que consiguió la gloria olímpica con una medalla de bronce
Por Luis Blanco para carreraspopulares.com
Aquel caluroso 7 de agosto de 1948, Delfo Cabrera cruzó la meta en primer lugar en el maratón olímpico de Londres. Era el segundo argentino que conseguía esa gesta. Pero el atleta que se llevó más vítores y aplausos no fue Cabrera, sino un obstinado belga llamado Etienne Gailly, que a la postre se convertiría en el héroe del día.
Gailly había nacido el 26 de noviembre de 1922 en la localidad de Beringen, Bélgica. Con apenas 20 años se vio inmerso en el horror de la Segunda Guerra Mundial. En 1943 huyó de su país, ocupado por los nazis, y viajó a Francia y a España, donde fue arrestado. Estuvo encarcelado en nuestro país seis meses y fue liberado para que regresara a su país.
Pero Gailly decidió viajar al Reino Unido, tras pasar por Portugal y Gibraltar. Su plan era unirse a las fuerzas belgas liberadas, lo que hizo en Londres. Allí se preparó servir como paracaidista en el ejército y se unió a un club de atletismo, el Belgrave Harriers.
Así, En 1944 Etienne Gailly participó en la liberación de su país. Algo que le dejó profundamente marcado. Vio la devastación que la guerra había dejado entre los suyos y al finalizar la contienda prometió que algún día ganaría una medalla de oro en los juegos olímpicos para honrar a su país.
Aunque siguió corriendo después de la guerra, sus resultados nunca fueron lo suficientemente buenos como para que se le considerase un rival a tener en cuenta en la cita olímpica de 1948, que se celebró en la ciudad que le vio nacer como corredor: Londres.
Cita olímpica
Era la segunda vez que se celebraba un maratón olímpico en la ciudad británica, 40 años después. A pesar de que el de 1908 había sido el primer maratón con la distancia de 42.195 metros (aunque no se oficializó hasta 1921), se decidió no repetir el mismo recorrido. Se estableció uno con salida y meta en el mítico Estadio de Wembley.
En el maratón olímpico de Londres de 1948 participaron 41 atletas de 21 países diferentes. Eran los primeros juegos desde 1936 y tras el parón por la II Guerra Mundial. Así que fue una cita austera, marcada por las penurias de la posguerra. Países como Irlanda, Turquía o Corea del Sur hacían su primera aparición en el maratón olímpico, en una carrera sin un claro favorito.
El propio Gailly tampoco lo era, y más teniendo en cuenta que era la primera vez que corría un maratón. Pero, junto a su entrenador, había decidido intentar correr en una marca de 2.30. Su plan era olvidarse de sus rivales y marcar su propio ritmo, confiado en que eso le daría la victoria. El anterior maratón de unos Juegos, el de 1936, se había ganado con una marca de 2.29, que se mantenía como récord olímpico.
Pero la climatología no era la idónea aquel 7 de agosto. Como suele ocurrir en los maratones olímpicos, el calor era extremo y la humedad muy elevada. Pero no mermó ni un ápice la determinación de Etienne Gailly, que salió a un ritmo alto dadas las condiciones de la jornada.
Esfuerzo hasta el final
A pesar de ello, a mitad de carrera era el líder y había conseguido abrir un hueco considerable con el resto de competidores. Pero la deshidratación empezó a hacer mella en él y en el kilómetro 32 fue superado por el coreano Choi Yoon-Chil y por el argentino Delfo Cabrera, que también se estrenaba en maratón.
Pero Gailly no había dicho su última palabra. Cansado y notablemente afectado por el calor y la deshidratación, se las arregló para exprimir un poco más su cuerpo. El atleta coreano se retiró exhausto y Gailly consiguió pasar en los últimos kilómetros a Cabrera para recuperar el primer puesto.
Sin embargo, su esfuerzo sobrehumano le pasó factura cuando entró en el estadio. Su cuerpo dijo “basta” y Gailly redujo su ritmo al de un trote ligero, parando a caminar en algún momento y tambaleándose de forma ostensible. Durante esa última vuelta a la pista, el belga fue superado por Delfo Cabrera primero, y luego por el británico Tom Richards. Gailly mantuvo su determinación hasta el último metro y cruzó la meta en tercer lugar, ganando la medalla de bronce.
Cabrera ganó el maratón con un tiempo de 2.34.51, Tom Richards acabó segundo con 2.35.07 y Gailly estableció una marca de 2.35.33. El cuarto clasificado, el sudafricano Johannes Coleman, llegó apenas 30 segundos más tarde. Gailly ni siquiera pudo recibir su medalla en la ceremonia de entrega de trofeos, porque tras cruzar la meta fue trasladado a un hospital debido a sus lamentable condición física.
De nuevo la guerra
El belga siguió corriendo y compitiendo. En 1950 participó en el Campeonato de Europa de Atletismo y acabó octavo en el maratón. Sus planes pasaban por competir de nuevo en unos Juegos, los de Helsinki en 1952, y prepararse para hacer una buena actuación.
Pero la guerra se cruzó de nuevo en su camino para dar al traste con su carrera atlética. Tras los Juegos Olímpicos de 1948 había regresado al ejército y fue enviado a la guerra de Corea. Allí, en 1951, una mina le provocó heridas en un pie. No fueron muy graves, pero lo suficiente para impedirle competir de nuevo.
Su vida como atleta había llegado a su fin. Aquella guerra le dejó además otra tragedia, la muerte en combate de su hermano Pierre. Etienne Gailly tampoco tuvo un final muy afortunado. Murió joven, a los 48 años, en 1971, en un accidente de coche.
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