Crónicas desde Iten (VII): Más duros que el acero
Por Raquel Landín para carreraspopulares.com
Después de unos días de rodaje hoy vuelve a tocar visitar las pistas. Procuro desayunar lo justo, enseguida salgo hacia las pistas y quiero probar a hacer algo con Eva y su grupo.
Voy corriendo como todos a modo de calentamiento, a lo largo del camino ya me voy cruzando con algunos otros corredores, sigo por el césped hasta completar 20 minutos, igual que el resto, y luego me voy en busca del corralito de las chicas en la hierba para cambiarme las zapatillas y ponerme unas más ligeras, unas que pesan menos.
Es algo que los atletas hacemos siempre antes de las series. Se trata de hacerlas lo más rápido posible y por ello las hacemos con zapatillas de poco peso.
De aperitivo a las series
Entre calentamiento y series siempre acostumbro a hacer algo de técnica y algunas rectas para ir metiendo al cuerpo en faena, pero aquí no se andan con tonterías, o por lo menos estos días que yo he estado aquí. El entrenador les dice que deben hacer antes de las propias series, un 2000 haciendo 100 metros fuertes, 100 metros suaves, así que manos a la obra.
Esto se soporta bien, son solo 100 metros de apretar dientes, pero ya me agobio en el sentido de que no hago más que tragar la estela de polvo de tierra que el grupo levanta al correr rápido. Apartir del cuarto corredor ya una estela considerable y yo me coloco atrás del todo porque no quiero molestar, el polizón aquí soy yo.
Acabado, ahora el entrenador marca las series, 16x400 metros recuperando 100 metros suaves. Salgo con el grupo atrás del todo de nuevo y veo que la nube de polvo va a ser algo que no me va a dejar correr bien así que decido dejar la calle 1 (aunque aquí no están marcadas), abrirme lo más exterior posible y realizar lo que en un principio tenía marcado que eran cambios un poco más largos.
Me quedo atontada viendo como la gran mayoría de corredores solo apoyan en el suelo el metatarso para empujar hacia delante con ayuda de esos finos tobillos que parecen muelles.
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Por lo menos ahora no respiro polvo pero de vez en cuando, cuando algún grupo de chicos me adelanta aunque sea por dentro y coincide con una ráfaga de viento, se me vuelven a llenar los ojos de tierra. Es algo muy incómodo, no sé cómo ellos y ellas ni se imutan, son más duros que el acero. ¿Cómo no van a ser los mejores por estadística sumando todos los factores y situaciones tan duras a las que se someten?
A mi no se me nota tanto porque mi color de piel es parecido al de la tierra pero a ellas que son de color negro, acaban todas con las piernas marrones rojizas de la tierra. Lo más curioso es cómo se limpian. Varias de ellas caminan hasta unas plantas y arrancan un montón de hojas. Son unas hojas muy grandes. Las reparten entre todo el grupo y empiezan a azotarse, así vuelven a su color natural de piel.
Las ovejas como espectadoras
El entrenamiento de hoy me ha gustado mucho y encima las ovejas estaban pastando por todos los lados. No éramos pocos y aparecen las ovejas. Suelen aparecer a partir de las 11 horas, ovejas por arriba, por el césped y por las calles. Pero lo gracioso es que no molestan a los corredores, no sé cómo lo hacen que a pesar de estar por la pista, no se llegan a cruzar nunca cuando el grupo tiene que pasar por ellas.
Y como si no hubiera habido bastante, ahora falta la vuelta a casa, menos mal que por lo menos hasta no pasar la primera cuesta que es de aupa, van andando.
Raquel Landín es atleta y entrenadora. raquellandin.es
Además, es autora del libro Alcanzando metas. Iten, donde se forjan campeones , donde puedes encontrar más historias sobre esta zona, su manera de entrenar, sus valores y su estilo de vida.