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Entrenar el corazón después de un infarto mejora la vida de los pacientes

Por Francisco Gilo (1943 - 2024) para carreraspopulares.com

Cuando una persona sufre un infarto, el ejercicio físico es la mejor "píldora" que puede tomar para volver a llevar una vida normal. Así lo aseguró el especialista en medicina deportiva Alfredo Córdova, que ha dedicado su libro ´La batalla del corazón. ¿Cómo entrenarlo? a explicar que un cardiópata debe abordar el deporte como un elemento para "liberar la mente" y sentirse mejor.

Aunque la modalidad de entrenamiento depende de las condiciones en las que esté la persona que ha sufrido un infarto, el mejor ejercicio para comenzar la reinserción es caminar, según afirmó Córdova. Basándose en su propia experiencia -tuvo problemas cardiacos hace dos años- el catedrático de Fisiología de la Universidad de Valladolid subrayó que este deporte es especialmente recomendable para aquel que no está acostumbrado a ejercitarse, mientras que otras prácticas como el ciclismo requieren de "mucho acondicionamiento muscular" y estar más en forma.

Gracias al doctor que trató su infarto, Córdova entendió que el paciente debe regular la intensidad del ejercicio físico a través de sus sensaciones y de su acondicionamiento a la práctica deportiva.

A pesar de que la genética juega un papel fundamental antes de padecer la enfermedad, el entrenamiento contribuye a "dar carta de naturalidad" a lo sucedido y a mejorar la calidad de vida.

"La clave no es cuánto ejercicio has hecho, sino la transición y la adaptación a la nueva vida", que siempre debe estar acompañada de los pertinentes cuidados, recalcó el catedrático soriano.

Formación "nula"

Respecto al papel del personal médico en la prescripción de entrenamientos a los cardiópatas, Córdova reconoció que los conocimientos de los facultativos en este sentido son "nulos". En su reciente publicación, el doctor evidencia esta falta de conocimientos argumentando que los cardiólogos no tienen en cuenta el nivel de forma de los pacientes a la hora de recomendarles unos determinados ejercicios.

"Lo fundamental es ver cómo llega cada uno", para el que es necesario realizar la pertinente planificación física para ver si el enfermo experimenta mejorías. En este sentido, el catedrático insistió en que las unidades de rehabilitación no bastan porque están diseñadas para gente en estado grave.

Por este motivo, el especialista soriano destacó que para conseguir esa formación en los médicos, las universidades deberían "introducir una asignatura" en las Ciencias de la Salud dedicada al entrenamiento, de la misma forma que los entrenadores adquieren conocimientos de fisiología en la carrera de Ciencias de la Actividad Física (INEF). De esta manera, los profesionales serían conscientes de que entrenar es "más complejo de lo que parece".

Potenciómetro y pulsómetro

La gran acogida que ha tenido el potenciómetro entre los deportistas -especialmente los del mundo del ciclismo- impulsó al doctor Córdova a matizar que estos aparatos deben estar acompañados siempre de otro que tenga en cuenta el estado y la adaptación del organismo a la práctica deportiva. Esta función la cumple a la perfección el pulsómetro, que siempre que acompaña al potenciómetro lo convierte en un "arma muy buena, poderosa e interesante".

Aunque este utensilio está avalado por la ciencia para medir la potencia, no está estandarizado por la apreciable cantidad de marcas que los comercializan. Esto obliga al deportista a tener en cuenta sus sensaciones, el pulso y, en definitiva, toda la información posible "sobre las respuestas del organismo", en palabras de Córdova, quien se mostró partidario de prohibir el uso del potenciómetro a todo aquel que presente problemas cardiacos.

La recomendación general es que se practiquen deportes de baja intensidad de esfuerzo y con predominio de componente aeróbico, ya que este tipo de actividades contribuirán al refuerzo muscular que el enfermo precisa. Hay que evitar ejercicios que aumenten la tensión arterial o los que impongan grandes demandas de fuerza muscular. A estos beneficios estrictamente físicos, podemos añadir las ventajas psicológicas: el deporte es una actividad que está vinculada a la salud y el disfrute.

En cuanto al ritmo

Lo que debe variar y adaptarse a cada caso es el tipo y la intensidad del ejercicio. Después de un infarto de miocardio es importante establecer el nivel de esfuerzo que el paciente puede realizar sin fatigarse o presentar dolor torácico.

Esto se determina mediante la ergometría o prueba de esfuerzo. Nunca debe realizar un ejercicio extenuante: no aporta beneficios y puede ser arriesgado. Recuerde que debe mantener el ritmo cardiaco por debajo del 75 por ciento de la frecuencia máxima teórica (que se halla restando su edad a 220). No importa superarlo de forma puntual, pero no es necesario para beneficiarse de los efectos positivos del ejercicio.

SOBRE EL AUTOR

Francisco Gilo (1943 - 2024)
Licenciado en Medicina y Cirugía

www.temasmedicosdiversos.com


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