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Crónicas desde Iten (I): La llegada

Por Raquel Landín para carreraspopulares.com

Después de dos años vuelvo a Kenya, tierra de corredores. Cuando uno aterriza en su capital, Nairobi, no respira precisamente atletismo, sino ese llamado “caos”. Aunque yo prefiero entenderlo como otro modo de vida en el que ese “caos” guía a los habitantes de este continente en su manera de ser. Personas que hasta el momento solo me han transmitido bondad y felicidad a pesar de su precariedad.


El trayecto a Iten

Para llegar a la gran meca de los corredores, uno debe transcurrir por las peligrosas pero apasionantes carreteras del país en matatu, su medio de transporte más conocido. Se trata de una especie de furgoneta muy peculiar de 9 asientos más el del conductor, donde, si te descuidas, pueden viajar hasta 18 o más personas y que realiza sus paradas en cualquier tramo al borde de la carretera siempre que allí lo solicite un viandante.

Viajaremos así hasta llegar a Iten. Una pequeñísima localidad situada en lo alto del Valle del Rift donde la gran mayoría de sus habitantes son atletas. Su única carretera divide las pocas casas y pequeños comercios que la conforman que ya se asientan sobre la tierra rojiza que da paso a innumerables e infinitos caminos por donde los corredores se pierden dos veces al día, incluso tres, a excepción de los domingos que solo salen una o ninguna dependiendo del grupo en el que estén.


La llegada, ¡con una carrera!

Ésta vez la expedición la formamos nueve componentes del equipo de running de Valencia The Kenyan Urban Way . Somos afortunados, primer día en Iten y se celebra una carrera 10k. Aquí separan mujeres de hombres, dando primero la salida a las féminas.

La organización parece envidiable: hay personas marcando y supervisando el recorrido en la zona del pueblo cada 30 metros, algo exagerado. La gente espera inquieta por ver llegar a los primeros ¿quién sera? Poco después, vemos cómo viene la primera corredora. Llega algo distanciada, pero ¡qué poderío!, vaya correr más liviano, así da gusto y eso que es cuesta arriba. A los 150 metros la segunda, la tercera, ahora ya vienen todas como cuentagotas.

Hay premio económico para las y los 10 primeros, lo que deja ver algún que otro sprint final de vértigo entre varias corredoras de los primeros puestos. Una de ellas, al entrar en meta, cae exhausta y se la tienen que llevar. El resto, al cruzar la meta se tiran en la hierba. Todas lo han dado todo. Llega el primer hombre distanciado también, se vuelven a repetir los sprints finales, todos quieren conseguir el dinero.

Caminamos entre ellos por la zona de llegada, queremos verles de cerca y yo además quiero ver si encuentro a Everline, mi amiga kenyata desde hace dos años. El olor que desprenden estos corredores por el sudor de su esfuerzo es fuerte, es muy fuerte. No la encuentro. La organización nos invita a sentarnos en unas sillas que habían puesto, aceptamos, y como somos españoles y siempre nos hacemos de notar, salimos a bailar a la hierba para animar un poco el ambiente. Estaban tardando mucho en dar los premios y, ¡ale!, ya sabe todo Iten que ha llegado un grupo de españoles.

Primera toma de contacto

De vuelta a casa por fin me encuentro con Eva, había venido a buscarme al lugar donde nos alojamos. Quedamos para la tarde y nosotros nos vamos a correr un poco. Hoy es nuestro primer día a 2400 m de altitud, así que con media hora de carrera continua, suficiente.

Los primeros minutos parece que la cosa va bien, pero enseguida te das cuenta que no, que los que venimos del nivel del mar no podemos escapar a los efectos de tal altitud. Me empieza a pesar todo una barbaridad, parece que voy corriendo hacia atrás, los oídos me duelen como si estuviera buceando a 5 metros, pero tengo que llegar así que acepto donde estamos y llego a paso lento pero continuo pensando que poco a poco todo irá mejorando.


Por la tarde vamos a visitar a Eva a su nueva casita. Es la típica casita donde viven los atletas. Fachada blanca, puerta azul, unos 6 metros cuadrados y un patio de hierba interior que lo comparten todos los que viven en cada uno de los muchos complejos de este tipo.

Pero como siempre, como es habitual en estos atletas, nos acoge en su modesta casita y consigue sentarnos a todos dentro. Le presento a mis amigos, charlamos un rato y le doy el montón de regalos que traía para ella.

La luz del sol se esconde, avisa que tenemos que volver, mañana será otro día.

Raquel Landín es atleta y entrenadora. raquellandin.es

Disponible Capítulo II: Crónicas desde Iten (II): Muzungu, how are you?

SOBRE EL AUTOR

Raquel Landín
Atleta y entrenadora

www.raquellandin.es


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