El lactato: ¿amigo o enemigo?
Por Chema Martínez Pastor para carreraspopulares.com
Correr es una actividad tan sencilla, ¿verdad? Te pones las zapatillas, a veces ni eso, y empiezas a poner un pie delante del otro, para ir avanzando. Pero resulta que algo que por fuera se ve tan sencillo, tan falto de complicación, cuando lo analizamos desde el punto de vista fisiológico se complica hasta extremos que la ciencia a veces no llega ni a abarcar.
Y es que para correr, esa actividad tan sencilla, tienen que producirse una serie de reacciones en el cuerpo que faciliten la marcha y que todo se produzca como debe ser. Lo más básico, sin entrar en detalles demasiado científicos, es que se produzca una combustión de energía en los músculos, que se transforme en movimiento. Ya sabes, aquello de que la energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Para correr, tenemos que transformar energía calórica (combustión del glucógeno) en energía mecánica (estiramiento y acortamiento de músculos y tendones). Para que se produzca la combustión se necesita un “combustible, claro”. Ese combustible es el glucógeno, que se obtiene de manera anaeróbica (sin intervención de oxígeno) en fases menos intensas del ejercicio y de manera aeróbica (con intervención del oxígeno) cuando entramos en ritmos más exigentes.
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Con esta combustión del glucógeno se origina el movimiento muscular que se convierte en un avance y la carrera continua, que es lo que nos interesa. Pero, como toda combustión, genera energía mecánica, energía calórica... y residuos. Piensa en una hoguera. La quema de la madera o el carbón genera, en este caso, calor, luz y energía, pero deja tras de sí residuos de aquellas partes del carbón que no se han podido quemar. En el cuerpo, cuando se descompone el glucógeno para convertirlo en movimiento muscular, se transforma en piruvato. Este piruvato, si no es consumido en el ejercicio, se transforma en lactato, que es desechado del músculo puesto que no puede ser convertido en energía por las células musculares. Podríamos decir, de alguna manera, que es el residuo que queda después de la combustión del glucógeno. A mayor intensidad, más lactacto se producirá. Con el entrenamiento, lo que hacemos es enseñar a los músculos a ser más eficientes con la producción y uso de energía, además de a desechar el lactato de forma más rápida, llevándolo al torrente sanguíneo o a otros músculos para que no entorpezca el desempeño.
Efectos del lactato en el músculo
Si el músculo no es capaz de deshacerse del lactato, éste provoca una reacción química que aumenta la acidez muscular, provocando ese efecto de quemazón o pinchazos que notamos con el sobreejercicio. Quiere decir que estamos aumentando la presencia del lactato en los músculos y estamos más expuestos a la fatiga muscular. Si hay un indicador que dice si estamos preparados para resistir un tiempo determinado a un ritmo concreto, es la presencia del lactato en el músculo. De ahí que los atletas profesionales recurran en muchas ocasiones a la medición del lactato como forma de conocer cómo están evolucionando en su entrenamiento.
Por lo tanto, si tu cuerpo produce mucho lactato, quiere decir que estás trabajando muy bien el aporte de energía al músculo y que la intensidad aplicada es alta. Pero, si al mismo tiempo no eres capaz de eliminarlo, no podrás sostener la intensidad durante mucho tiempo. De ahí la importancia de las tiradas regenerativas a ritmos más tranquilos. Enseñan al cuerpo a deshacerse de manera más eficaz de los restos de lactato acumulados en las piernas.
¿Verdad que correr es una actividad muy sencilla?
SOBRE EL AUTOR
Chema Martínez Pastor
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