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Salto a la gloria olímpica

Por Kike Nieto para carreraspopulares.com
El salto de Dick Fosbury en los Juegos Olímpicos de México pasó a la historia
El salto de Dick Fosbury en los Juegos Olímpicos de México pasó a la historia

En una entrega anterior hablamos de los Juegos Olímpicos de México de 1968 como escenario de uno de los episodios políticos más interesantes de la historia del deporte y la lucha por los derechos civiles. Sin embargo, en esta Olimpíada también hubo grandes hitos atléticos, como fue ver por primera vez bajar de 10 segundos en los 100 metros lisos y de 20 segundos en los 200. Sin embargo, hoy vamos a hablar de saltos. En Méjico, en 1968, dos saltadores pasaron a la historia: Dick Fosbury y Bob Beamon.

Fosbury es uno de esos pioneros que fue claramente a contracorriente, y con ello inventó un estilo de salto de altura que revolucionó el concurso hasta el punto de que hoy en día todos los saltadores utilizan su técnica: hay que correr hacia el listón en dirección transversal y saltar de espaldas con un brazo extendido. Después se elevan las caderas y las piernas golpean hacia arriba para superar el listón.

Hasta entonces se utilizaban otras dos técnicas no tan efectivas: el salto de tijera o el rodillo, totalmente superadas por Fosbury. Es cierto que también tenemos que tener en cuenta que hubo algún cambio que le favoreció, como la introducción de colchonetas en los saltos poco antes de que empezase a practicar el atletismo. Antes los saltadores caían sobre arena, como en el foso de longitud, lo cual habría sido un gran problema debido a que se cae de espaldas.

En cualquier caso, Fosbury, siendo un saltador de talento relativo, llegó a la cita olímpica y saltó utilizando su nueva técnica sin complejos. Eso sí, cuando empezó a saltar la gente lo tomaba a broma; y de hecho muchos pensaban que era una curiosidad, y que el saltador utilizaría la tijera o el rodillo cuando se estuviese jugando las medallas. Al ver que seguía con su estilo se ganó el favor popular. La prensa reaccionó riéndose de él al principio, con comentarios como el saltador salmón, o el saltador más vago del mundo. Y los jueces de hecho no estaban seguros de su legalidad, pero en ningún sitio en las normas se decía si se podía saltar o no de espaldas. Al final logró superar a todos sus competidores y obtuvo el oro y el récord olímpico con 2’24 metros gracias a su innovación.

Después de ganar el oro en estos Juegos Olímpicos, su trayectoria atlética fue poco destacada. Aunque es cierto que ha logrado que su nombre pase a la historia gracias a un cambio que ha perdurado más años que otras gestas deportivas de mayor entidad.

El récord de Bob Beamon en México 68 fue uno de los más longevos de la historia
El récord de Bob Beamon en México 68 fue uno de los más longevos de la historia

La leyenda Beamon

El otro gran saltador de estos juegos fue Bob Beamon, uno de los mitos del atletismo gracias a su salto estratosférico de 8’90 metros en estos Juegos Olímpicos. Este neoyorkino, que fue un niño muy problemático hasta que se enganchó al atletismo, logró un nuevo récord mundial espectacular. Hay que tener en cuenta que hasta entonces la mejora media en el récord de salto de longitud había sido de 6 cm y Beamon saltó 55 cm más de lo que ninguna persona había logrado antes.

De todas formas, el concurso de salto no permitía anticipar un resultado así: Beamon sólo logró clasificarse para la final en el tercero y último de sus saltos de la ronda previa, pues los dos primeros habían sido nulos. Sin embargo, el día de la final, en 6 segundos logró pasar a la historia: 19 pasos de carrera, una altura de casi dos metros y un aterrizaje espectacular lograron el salto del siglo, como se llamó entonces. Para hacernos una idea del logro, el sistema de medición electrónica no llegaba hasta tan lejos y los jueces tuvieron que acabar por medirlo con una cinta métrica, como si fuese una competición escolar.

El asombro y la estupefacción se contagiaron a todo el estadio, que parecía no reaccionar. Esto fue así en primer lugar por la dificultad en la medición. Después, cuando se anunció en el luminoso que la marca era de 8’90 metros, ni siquiera el propio Beamon fue consciente de lo que había hecho.

Al ser americano no estaba acostumbrado al sistema métrico, por lo que tuvieron que convertirlo a pies y así se hizo una idea. En ese momento las piernas le fallaron y se cayó al suelo. Los otros competidores sabían que sólo competían por la plata. De hecho, uno de ellos le dijo que se sentase, que nadie iba a conseguir superarle.

Esta marca asombrosa responde a ciertos factores, además del talento: Los escépticos apuntan a que la altitud de México le ayudó, y es cierto que las condiciones eran óptimas tanto para la aproximación como para saltar. Además, poco después de su salto se desató una tormenta, dificultando todavía más que alguien le superase. Pero prueba de lo increíble de su hazaña es que Beamon nunca más volvió a acercarse a esa marca, y nunca saltó más de 8’22. Otra cosa curiosa es que durante un tiempo en inglés se utilizó el adjetivo Beamonesque para describir una hazaña que parecía increíble lograr. Sin embargo acabó retirándose pronto porque además de su éxito tuvo que enfrentarse a una situación difícil en el plano político, por las tensiones raciales en Estados Unidos.

Su récord perduró durante 22 años, hasta que Mike Powell saltó 8´95 metros en el Mundial de Tokio. Pero, hasta la fecha, la marca de Beamon sigue siendo récord Olímpico.

SOBRE EL AUTOR

Kike Nieto
Corredor de Historias


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