Al empezar a correr no hay que obsesionarse por el ritmo
Cuando empiezas a correr surgen muchas dudas y, sobre todo, muchos temores. Sobre todo, tienes miedo de si podrás aguantar más de cinco minutos seguidos corriendo. Si eres excesivamente confiado, como me ocurrió a mí, pensarás que el primer día podrás hacer 15 o 20 minutos sin parar, aunque sea muy despacio.
Y si luego eres capaz de aguantar 10 minutos, te darás cuenta de lo osado de tu ambición cuando estés una semana con agujetas. Por eso lo ideal, y seguro que te lo han dicho muchas veces o ya lo has experimentado, es alternar al principio andar con correr, siendo los tramos al trote muy cortos al principio.
Pero una vez que has superado ese periodo y ya puedes correr unos 25 o 30 minutos seguidos, es cuando te empiezas a preocupar por el ritmo. Vaya por delante una vez más que yo siempre recomiendo que las personas que se inicien en el ‘running’ lo hagan de la mano de un entrenador que les guíe en sus primeros pasos; y mejor si lo hacen en un grupo con más personas que tengan un nivel parecido.
Yo no lo hice y aprendí a base de sofocos innecesarios y toneladas de agujetas, algo que me podía haber ahorrado. Pero pasadas las primeras sesiones, correr media hora dos o tres días por semana resultó bastante más fácil.
Volviendo a lo del ritmo, hay que decir que, en realidad, cada uno tiene el suyo. Sobre todo al principio. No hay que agobiarse por no ir a la misma velocidad que tu amigo o tu compañera de entrenamiento. No pasa nada. Es cierto, no obstante, que intentar aguantar algún rodaje al lado de alguien que va un poco mejor que tú te ayudará a mejorar, pero si forzarse demasiado. De nuevo, lo ideal es que todo eso lo vigile un entrenador.
Intentar seguir un ritmo que no es el tuyo puede acabar en frustración
Dudas sobre el ritmo
Es en esa primera etapa como corredor cuando surgen las eternas inquietudes e inseguridades: “soy muy lento, no puedo mejorar, soy un ‘paquete’”. A veces incluso presumes de ello. Más bien quizá por todo lo contrario, por encontrar comentarios reconfortantes de otros que te dicen que para nada, que no vas tan mal y que estás mejorando.
Así que no te presiones por lo ‘rápido’ que van los demás. No te compares con nadie. Piensa solo en ti y en lo importante que es que ya estés corriendo. Y aprende a divertirte con ello. Si te obsesionas sólo acabarás generando una frustración que no te ayudará a avanzar. De hecho, si intentas ir muy rápido desde el principio de la sesión, no lograrás mantener ese ritmo todo el tiempo. Debes aprender a controlar el ritmo.
Porque si lo haces bien, al final mejoras, y el ritmo que al principio te parece de tortuga, si entrenas en condiciones y bien asesorado, va aumentando poco a poco. La clave está en no obsesionarse si no llegas a un objetivo marcado. Cuando empiezas a correr la evolución es muy rápida y en pocas semanas te das cuenta de que tu ritmo ha aumentado de forma considerable. Eres capaz de hacer la vuelta al parque donde corres cerca de tu casa bastante más rápido que el primer día.
Pero llega un momento en el que, si quieres aumentar algo la velocidad corriendo en las mismas condiciones, no es tan fácil y necesitas hacer entrenamientos diferentes. Quizá no te importe y lo único que buscas es mantenerte, no te apetece apuntarte a carreras o, si lo haces, te da igual mejorar tu marca. Eso está muy bien.
Si entras en el mundo de las carreras y quieres progresar, éstas te servirán de indicador y entonces lo del ritmo será algo que tengas que trabajar de forma específica. Hasta entonces, limítate a disfrutar con lo que haces y no pierdas el ritmo, no dejes de correr.
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